El partido ante Estudiantes no era un partido más. Objetivamente, no era un choque trascendental para la clasificación, la fase de grupos apenas acaba de comenzar y, además, augura tropiezos de cualquiera y en cualquier escenario. Todo ser resolverá, presumiblemente, en los últimos enfrentamientos y, para eso, quedan dos meses.
Sin embargo, algo convertía la cita en especial. Los días previos, las charlas, las vibraciones, los gestos, los mensajes… Después de caer ante Patrocinio era imprescindible cambiar cuanto antes la energía, situar la inercia de nuestro lado, recobrar el optimismo, la autoconfianza, volver a sentir que los argumentos morados para mantener alta la ilusión eran sólidos. Caer no enviaba las opciones del Juande al abismo pero habría erosionado el horizonte, quizás, de forma irreparable. Había que ganar para regresar a la senda, para relanzarse, para volver a creer.
Estudiantes se presentó en Alcalá con un equipo físico, con bastantes chicos altos y potentes para el juego interior, algo que nos perjudicó notablemente en el choque ante Patrocinio. Pero el Tornado, salvo algún momento de precipitación, ejerció sin dudas en el parqué, siendo directo y certero en los ataques, especialmente en los contragolpes, colocando una distancia de +14 al final del primer cuarto.
Venimos justo de analizar cómo se han desangrado diferencias favorables suficientes en varios partidos anteriores y ese aparecía como el principal temor para los siguientes minutos. Nuestros infantiles, quizá conscientes de que no pueden cometerse de nuevo esas lagunas de concentración, actuaron con solidez para abrir la brecha hasta los 22 puntos que señalaba el marcador en el descanso.
El tiempo de reflexión entre tiempos no sentó demasiado bien al equipo, que encajó de inicio un 5-14. De nuevo, fantasmas del pasado haciendo sonar sus cadenas. Los chicos elevaron la tensión defensiva, apretaron en las marcas individuales y lograron contener los desajustes para solventar la situación y vivir un último cuarto de forma tranquila después de un tiempo. Ser capaces de llegar al tramo final del encuentro sin los nervios de que pueda evaporarse la victoria es fundamental, sabiendo que habrá muchas citas donde resulte imposible echar el cerrojo de forma temprana. Pero siempre que se puedan evitar taquicardias, mucho mejor.